Hace más de treinta años, la capacidad de soñar y la positiva actitud de hacer bien las cosas, se sumaron en un pequeño equipo de funcionarios.
El anhelo de transformar nuestro país en uno más desarrollado a partir del conocimiento y la habilidad de su gente, nos llevó a ese equipo de soñadores que conformábamos el primer Ministerio de Ciencia y Tecnología (MICIT, hoy Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones, MICITT) a crear una organización que pudiera trascender los periodos de gobierno. Su nacimiento fue una época maravillosa para muchos de los que estuvimos ahí.
Estoy convencida de que hubo tres factores fundamentales en aquellos años para crear una Fundación de Ciencia y Tecnología: claridad, liderazgo y perseverancia, que son las herramientas básicas para hacer realidad cualquier emprendimiento. Fue sumamente importante la visión de un grupo que sabía que la promoción y popularización de la ciencia y la tecnología podía ser un factor decisivo en el desarrollo del país. Fue un grupo que conceptualizó la organización que podría hacerlo y un grupo que la pusiera en operación.
Aún recuerdo aquellos primeros días de su creación; la escogencia de sus fundadores, la figura jurídica, los términos del acto constitutivo, y todas las vicisitudes que se vivieron. Fueron días de decisiones importantes. El ministro de Ciencia y Tecnología de aquel entonces, don Rodrigo Zeledón, y el viceministro Eduardo Doryan, crearon una lista de 51 personas –en su mayoría distinguidos profesionales de distintas disciplinas, representantes de la academia, del sector público y del sector empresarial–, para seleccionar entre ellas a quien llevaría la dirección ejecutiva de esta nueva fundación. Desde ese primer momento se pensó en Alejandra León como la persona ideal, para que pusiera en marcha la fundación.
Sin recursos económicos propios, esta organización inició funciones en las mismas oficinas del MICIT, trabajando de la mano con proyectos como las ferias científicas y la creación de un centro tipo museo participativo, donde niños, jóvenes y adultos pudieran interactuar y aprender en las distintas exhibiciones.
Por esos años y con esa idea, visitamos el Museo de los Niños en Caracas, Venezuela, con doña Margarita Penón, Primera Dama de la República, y nos forjamos grandes expectativas, incluyendo contar con recursos públicos, mediante disposición legal, dentro del Proyecto de Ley para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología, que estábamos tramitando por esa época en la Asamblea Legislativa.
Luego vinieron tiempos difíciles, pues la triste historia de los cambios de gobierno se repitió: nuevos funcionarios con ideas distintas desechan las buenas iniciativas anteriores, a pesar del carácter no político de la fundación. Las oficinas de CIENTEC se trasladaron a la Dirección de Museos del Ministerio de Cultura y, luego, a la Municipalidad de San José. En esta última se acogió la idea de crear un centro interactivo con un planetario, en un terreno municipal en Pavas. Lamentablemente este proyecto no pudo concretarse por falta de consenso político y recursos económicos.
Así vivimos nuevas adversidades que nos hicieron tomar un otro rumbo; dejamos de pensar en un centro como el museo de los niños, detrás de paredes, para convertirnos en lo que hoy es la fundación: una amplia y efectiva red de gente, de instituciones, de proyectos, con un alcance que no sospechábamos en aquel entonces y todavía nos sorprende y nos motiva a trabajar con fuerza.
El impacto que se ha logrado con la flexibilidad y movilidad de esta red, cobijando muchas comunidades del país, atendiendo las necesidades de sus seguidores y aprovechando las posibilidades de sus aliados, no se hubiera podido lograr con una estructura rígida y costosa. Definitivamente CIENTEC ha impactado a un cientos de centros educativos, a miles educadores y millones de estudiantes, sembrando semillas de curiosidad, compartiendo experiencias significativas, nuevos conocimientos, propiciando mejores actitudes y metodologías en enseñanza y aprendizaje.
Sin duda, no ha sido un camino sencillo. La senda fue trazada con el esfuerzo, dedicación y liderazgo de Alejandra León, las extensas redes creadas y el apoyo de colaboradores y directivos. Quienes vimos nacer esta organización nos sentimos orgullosos de estos 30 años de sueños cumplidos, pero sobre todo motivados por lo que está por venir, por que nuevos sueños se alimenten con el éxito experimentado hasta la fecha.
Yo soy testigo de esta historia, como soy testigo de que aún hoy estamos lejos del desarrollo país al que aspiramos en muchos sentidos. Sin embargo, la labor maravillosa realizada por CIENTEC, dirigida por mi amiga del alma, sin duda ha transformado la vida y la dirección de mucha gente, empezando por mi familia.
Mis hijos tienen el sello CIENTEC; todos son amantes de alguna rama de la ciencia (microbiología, agronomía y arquitectura), y mis dos nietas son ya parte de esta organización. Juntos hemos amanecido mirando las estrellas, y juntos hemos hecho miles de experimentos. Hay un continuo gusto por observar y aprender de la naturaleza. Por eso hay mucho que celebrar y mucho que continuar trabajando, para que la huella que ha dejado en estas tres décadas, esta gran red que es CIENTEC, sea cada día más reconocida como un modelo a seguir por otras organizaciones de nuestro país y otros países del mundo.