Liberia, Costa Rica, enero de 2009. Una disertación muy importante está llevándose a cabo en uno de los salones de la Universidad de Costa Rica, y el público escucha con atención…
—El motor de plasma que estamos desarrollando reducirá el tiempo del viaje a Marte de 10 meses a 39 días-, dice el ingeniero Jorge Oguilve, Jefe de Operaciones del Laboratorio Ad Astra. “Tenemos ya un contrato con la NASA para colocar estos motores en la Estación Espacial Internacional en 2012 y estamos trabajando duro para lograrlo”, agregó.
Yo me quedé con la boca abierta. Me pareció increíble que estuviera sucediendo esto en Centroamérica. El astronauta Franklin Chang Díaz, fundador de Ad Astra, no solo es orgullo de Costa Rica, sino también del resto de Centroamérica. Y me atrevería a decir que de millones de seguidores de la carrera espacial en el mundo, ya que tiene el récord de mayor número de viajes al espacio en el Transbordador espacial -¡fue al espacio siete veces!-.
Pero esta fue solo una de las tantas experiencias emocionantes que tuve en el Primer Congreso Internacional de Astronomía, llevado a cabo del 18 al 20 de enero de 2009, en la Sede de Guanacaste de la Universidad de Costa Rica. Ese año fue memorable para quienes amamos la astronomía, porque se conmemoró en todo el mundo el 400 aniversario de que Galileo Galilei dirigió un telescopio hacia el cielo y descubrió un nuevo universo. Y ¡qué mejor manera de celebrarlo que con un congreso que reunió astrónomos profesionales y aficionados de varios países! La Fundación CIENTEC se puso a la vanguardia, al organizarlo.
Recuerdo que uno de los especialistas, el Dr. Jaymie Matthews, de Canadá, explicó el proyecto MOST, que consistía en el uso de un telescopio espacial pequeño para analizar las oscilaciones internas de las estrellas. Matthews mostró imágenes y ejemplos de los sonidos que emiten el Sol y otras estrellas, los cuales se escuchaban como golpeteos continuos y rápidos.
Por mi parte, tuve el honor de ser uno de los conferencistas invitados por CIENTEC, de lo cual me siento muy orgulloso hasta la fecha. Participé en representación de Guatemala y de la Asociación Guatemalteca de Astronomía (AGA) con una charla que se enfocó en el papel que tenemos los astrónomos aficionados al llevar la ciencia al público. Al mostrar los planetas, los cráteres de la luna, los anillos de Saturno, las manchas solares y otros elementos celestes, no solo enseñamos, sino que incluso transferimos una mística. Se trata de hacer despertar la mente de la gente, y que comprenda que hay mucho más allá de lo que vemos en el día a día –del tráfico, los problemas de dinero, los trabajos, la rutina…-.
La doctora Yolanda Gómez, radio-astrónoma mexicana a quien aprecié mucho –y de quien sentí su fallecimiento en 2012-, habló de los planetas que se habían encontrado alrededor de otras estrellas. En aquel momento, indicó que en uno o dos años podríamos estar encontrando planetas similares a la Tierra. No se equivocó: la misión Kepler tuvo resultados impresionantes. Posteriormente tuve la oportunidad de conversar con ella, y recuerdo que me dijo: “lo que Guatemala necesita es un radiotelescopio, porque así no les afectaría la estación de cielo nublado, estarían siempre activos y observando y podrían ser una fuente de información mundial”. He guardado su consejo y lo he comunicado a mis colegas chapines. Pero no es tan fácil hacerlo. Eso lo hablaremos en otra historia.
En ese congreso tuve la dicha de encontrarme con grandes personas de la astronomía. Entre ellas, mi gran amigo, el ingeniero Julio Vannini –para mí, el revolucionario de la astronomía nicaragüense, y la persona que dio a conocer el trabajo de los astrónomos nicas al mundo. Él habló sobre software de dominio público que se puede utilizar para apoyar investigaciones (como Stellarium). Dicho sea sin menospreciar el trabajo de don Jaime Incer Barquero, el bastión de la astronomía nicaragüense, ni el de Marlon Zambrana, quien dio a conocer su observatorio y sus logros por medio de la revista Sky & Telescope que se publica a nivel internacional.
Pero, sin duda, lo más impresionante de este congreso fue visitar el laboratorio Ad Astra, donde se está probando el motor de plasma que nos hará llegar a Marte en forma más rápida. Fui afortunado en poder presenciar una de las pruebas del motor, observando un chorro de “fuego” azul claro, que es el plasma que se forma al desintegrar los átomos del gas que sirve como materia prima. ¡Wow! ¡Nunca había visto algo así!
Fue muy merecido que el congreso se haya dedicado al Dr. José Villalobos, físico que ha enseñado astronomía a decenas de personas en las cuatro esquinas de Costa Rica y que ha dedicado toda una vida a compartir sus conocimientos sin egoísmos y en forma muy generosa. Mis reconocimientos a los organizadores: Alejandra León-Castellá, Milton Fernández (QEPD) y Marcy Malavasi, quienes fueron atentos y amables anfitriones en todo momento.
¡Qué avances los de Costa Rica!, mi admiración para los científicos de ese país, y para la Fundación CIENTEC, por apoyar estas actividades. Hay que decirlo: están a otro nivel.