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Llevan el nombre de "ensayos" escritos relativos a muy diversos campos: historia, ciencia, filosofía, política, etc.
Además de la temática, existen otros rasgos que se presentan muy diferenciados entre los textos llamados ensayos: la extensión oscila entre algunas pocas páginas y varios cientos de ellas; la rigurosidad de los planteamientos va desde un análisis impresionista hasta un detallado marco conceptual; el vehículo de comunicación puede ser desde el periódico, hasta el voluminosos libro, pasando por la conferencia o el trabajo de graduación. Otro de los rasgos de la mayoría de los textos denominados ensayos es presentarse como aproximaciones, como esbozos iniciales. Véanse ejemplos:
Lo cierto es que esta clase de materiales, a pesar de la tradicional modestia de los autores, constituye uno de los principales recursos de la cultura moderna. Por su medio es que se debaten las ideas más influyentes, se conocen los últimos aportes de la ciencia, se forma opinión, se produce discrepancia productiva. Inclusive, como se ha visto, el más conspicuo científico abandona, a ratos, los rigurosos procedimientos de comunicación de su disciplina y toma la particular herramienta del ensayo para tratar de otra manera su objeto de estudio. La más generalizada de ellas dice que "el ensayo es literatura de ideas". Esto significa que a la preocupación estética y la creación de recursos expresivos se suma un afán utilitario: el planteamiento y debate de temas de interés actual. El uso que Rodrigo Zeledón (1982) hace del género con el fin de "despertar interés en nuestras generaciones jóvenes por los atractivos problemas que nos depara el anchuroso campo de las ciencias biológicas" es una buena muestra de este rasgo. Otra de las definiciones es la atribuida a J. Ortega y Gasset: "El ensayo es la ciencia sin la prueba explícita". Con esto se subraya que no es un discurso irresponsable sino un texto que obvia el aparato teórico y la aridez de las fórmulas y cuadros con el fin de aumentar la lecturabilidad y la capacidad explicativa. José L. Vega Carballo (1979) señala sobre el esquema analítico de un de sus ensayo: "el que aquí se discute no puede, ni debe tomarse como final y exhaustivo, se trata, más bien de una aproximación basada en un examen global". La última definición por analizar es la que proporciona Alfonso Reyes: "el ensayo es la literatura en su función ancilar". La palabra "ancilla", es decir, esclava, sirve para expresar el papel subalterno que lo ornamental e imaginativo tiene para el género. Al respecto dice Gómez de Baquero (1917): "El ensayo está en la frontera de dos reinos: el de la didáctica y el de la poesía y hace excursiones del uno al otro".
En cuanto a la extensión o el tema, el ensayo puede parecerse a la monografía o artículo científico. No obstante, si se considera que este último es el informe del proceso integrar de una investigación científica, lo cual implica dar cuenta de teorías, procedimientos y fuentes de una manera prolija, puede notarse una gran diferencia. No obstante, los alcances de los procesos de investigación científica reportados en artículos pueden ser indagados, analizados, contrastados, profundizados, en ensayos. Los trabajos teóricos, metódicamente dirigidos, que se realizan en el área de la filosofía y la filología, tal vez por carecer de un aparato metodológico visible a simple vista (fórmulas, cuadros, gráficos) y no haberse estatuido una estructura lógica convencional como en las ciencias básicas (introducción, procedimientos, resultados, discusión), no suelen llamarse artículos científicos y se acostumbra denominarlos genéricamente "ensayos". En realidad se trata de un tipo de escritos al cual bien le cabe el nombre de "artículo de humanidades" Otro de los escritos muy cercano al ensayo es el artículo periodístico. L. Ferrero (1979) lo considera como una de sus variantes, aunque con la advertencia de que sus temas son con frecuencia pasajeros. En los diarios contemporáneos coexisten las materiales absolutamente intranscendentes y los verdaderos ensayos, es decir, piezas que sobrevivirán por su mensaje. Por ejemplo, la obra principal del costarricense Cristián Rodríguez ha sido rescatada de los periódicos e incluida en libro (1988). Asimismo, Tribuna Nacional (1993) recoge 25 años de excelentes ensayos breves publicados en la página 15 de La Nación (Costa Rica). Uno de los rasgos del ensayo que ya se ha venido comentando es su agilidad. Esto quiere decir su sencillez productiva, su capacidad de comunicar en forma directa. Como no hay por que evidenciar el proceso de investigación seguido no es necesario subdividir detalladamente el escrito; en vista de que no se leen los ensayos para conocer datos sino implicaciones de estos, se ahorran las citas bibliográficas; por cuanto valen más las ideas que sus representaciones, no son necesarios las fórmulas, los cuadros y los gráficos. Claro, estas no son prohibiciones: la libertad del género permite incluirlas ocasionalmente. J. Figueres dice en la introducción de su libro de ensayos La pobreza de las naciones (1973): "Empleo a menudo cifras ilustrativas que no son indispensables ni exactas, solamente porque creo que facilitan el estudio, aunque varíen de país a país y de tiempo en tiempo". La brevedad puede declararse una virtud del ensayo. No obstante hay largos ensayos suficientemente virtuosos. La corta extensión permite publicarlos con mayor facilidad, obtener mayor número de lectores, producir un efecto más directo, escribirlos más rápidamente y con la adecuada oportunidad. Con respecto a este rasgo dice J.L. Gómez (1976): "Se intenta únicamente dar un corte, uno sólo, lo más profundo posible y absorber con intensidad la savia que nos proporcione". El intercambio, tanto entre ensayista y lector como entre ensayista y diferentes autores, es otro de los rasgos propios del género. El escritor se dirige a un público no especializado para quien interpreta un tema. Esto significa presentarle, lógicamente orquestadas por la suya, las opiniones de quienes se han ocupado del tema. Gómez (1976) expresa esto en las siguientes palabras: "el ensayista reacciona ante los valores actuales para insinuarnos una interpretación novedosa o proponernos una revaluación de las ya en boga, pero una vez abierta la brecha y tendido el puente del nuevo entendimiento, el ensayista, como creador al fin y al cabo, deja al especialista el establecer la legitimidad de lo propuesto, sin renunciar él mismo a continuarlo en otra ocasión". Un corolario de la función de intercambio que tiene el ensayo, es el carácter persuasivo. Así como la "ciencia pura" - expresada por medio de artículos científicos - reivindica su objetividad, su desinterés en convencer por otro procedimiento que no sean los hechos, el ensayo se usa para impulsar ciertas ideas para convencer de ciertas posiciones con respecto a los hechos. Para cumplir este carácter, en el ensayo se ordenarán los datos y los conceptos de manea que resulte evidente una tesis. José L. Vega (1979) se expresa así en su ensayo "Etapas y procesos de la evolución sociopolítica de Costa Rica": Surgen, pues, las siguientes preguntas: ¿Hasta cuándo aguardarán par tomar la iniciativa histórica en favor de su desarrollo todos los sectores que no se han visto beneficiados con los logros del modelo agrocomercial tradicional, ni tampoco ahora, con el nuevo esquema de la integración dependiente de tipo industrial financiero tecnológico?" Puede observarse en este texto la carga emotiva que hay, el uso de una pregunta retórica, la acumulación de información, etc., rasgos que inclinan a una particular posición. Como se ha visto el ensayo trata de cualquier tema. La diferencia con respecto a la expresión científica convencional y con la literatura propiamente dicha es la particularidad de ese tratamiento. El primer rasgo que al respecto debe observarse es la función ideológica. Son múltiples las definiciones de ideología; en las ciencias sociales predomina una visión negativa de este rasgo: falsa conciencia, visión interesada, deformación, limitación. Un concepto de ideología que podría ser aceptado en forma general es el de concepción de la realidad desde una perspectiva particular. Si se considera que esta perspectiva es la del escritor, podría inferirse que no es la de la ciencia, la cual es una práctica que no tiene por qué coincidir con la de individuos en particular. Por ello es que se suele oponer ideología a ciencia. Efectivamente, el ensayo es ideológico en la medida que no se ciñe a la ciencia sino que busca transcenderla o antecederla. Por otra parte, la función ideológica se manifiesta en el texto como un afán que tiene el escritor de persuadir con respecto a su manera de ver las cosas. Uno de los más influyentes ensayos que se ha escrito dice en su página final:
La ideología no consiste en las ideas específicas sino en los procedimientos mediante los cuales se analizan los hechos. Una categoría de análisis es un criterio que se aplicará para juzgar un fenómeno, por ejemplo, Manuel Picado en su estudio Literatura, ideología, crítica (1983) va descubriendo en los ensayos la crítica literaria relativa a novelas costarricenses una serie de criterios, no advertidos, mediante los que se juzgan las obras: algunos de ellos son: si el lenguaje usado en la obra es o no el usado en la realidad, si en la obra se refleja o no el autor, si la obra esta redactada o no con sencillez. La función ideológica es una condición presente en todas las formas de la literatura. En novelas como Los errores (J, Revueltas 1975), en cuentos como "El matadero" (E. Echeverría 1838) o en poemas como "El canto Nacional" (E. Cardenal 1970), es posible percibir la presencia de amplios textos en los que el autor intercala su visión de mundo. Se trata, en realidad, de ensayos insertados en obras de imaginación. Con mayor razón, el ensayo propiamente dicho es una manifestación ideológica. Con respecto a este fenómeno, lo que se propone no es suprimir en el ensayo la visión particular de los hechos sino, cuando menos, hacerla explícita y dejar entrever los fundamentos del análisis. Asociado a la función ideológica del ensayo, esto es a las categorías de análisis que lo sustentan, está el sistema de pensamiento, los procedimientos intelectuales con los que se discurre. El ensayista va planteando su posición con respecto al tema mediante una serie de proposiciones que llevan un orden. Uno de los órdenes es el inductivo, palabra que no se usa en el sentido estricto que tiene en filosofía. Se trata de que el ensayista vaya acumulando pruebas de lo que quiere evidenciar y, al final, enuncie la idea demostrada. Esta técnica puede observarse inclusive en un breve ejemplo:
El otro orden básico es el deductivo, término que tampoco se usa tan específicamente como en filosofía, pero que sirve para denominar el razonamiento que va desde afirmaciones generales a afirmaciones particulares. En este caso, el ensayista plantea conceptos de aceptación más o menos generalizada y empieza a desprender de ellos implicaciones. Véase un ejemplo:
Los órdenes inductivo y deductivo no siempre se aprecian bien a nivel de párrafo, sino que se manifiestan con mayor claridad en segmentos mayores. Por otra parte, ambos pueden coexistir en el mismo trabajo. La posibilidad de ordenar inductiva o deductivamente el ensayo parte del análisis detallado del tema sobre el que se reflexiona ensayísticamente. R. Descartes (1983) en su famoso trabajo Reglas para la dirección de la mente propone la necesidad de dividir cada una de las dificultades que se examinen en tantas partes como se pueda y como sea necesario para mejor resolverlas. El producto de esa división constituye la lista de asuntos tratados en el ensayo; la escogencia del orden inductivo o deductivo da, por otra parte, la distribución de esos asuntos en el texto. A la rigurosidad que Descastes exige para el trabajo filosófico, se opone la liberalidad de Miguel de Montaigne, uno de los padres del género: "Elijo al zar el primer argumento. Todos para mí son igualmente buenos y nunca me propongo agotarlos, porque a ninguno contemplo por entero". (Gómez 1976). Un equilibrio entre la concepción cartesiana y la de Montaigne posiblemente sea lo que produce los mejores ensayos modernos. Las siguientes son algunas recomendaciones, derivadas de la observación de la buena práctica, para la preparación de ensayos. No pueden dirigirse al escritor profesional, ni al experimentado investigador, quienes, por un lado pueden crear sus propias estrategias y, por otro, tienen necesidades muy particulares. Se dedican, pues. Al estudiante que debe preparar ensayos para efectos de evaluación, y tal vez, al que quiera explorar las posibilidades del género para comunicar de manera diferente sus contenidos. 1. Establecimiento de la intención En cualquier trabajo de redacción se parte de una clara determinación de su propósito. Este requisito permite saber si lo que se requiere es un ensayo u otro tipo de escrito; también ayuda a concretar el enfoque que debe darse, el nivel, los recursos por aplicar, etc. Es muy corriente que el escritor deslice en los primeros párrafos de su escrito la intención:
En los textos más breves, ensayos periodísticos o de carácter más literario, no es tan frecuente que la intención se haga explícita. No obstante es imprescindible que quien se dispone a preparar uno lo haga como primer paso. 2. Investigación bibliográfica Un segundo paso en el proceso de producción de un ensayo es investigar los contenidos que se desea desarrollar. La bibliografía es la base de esta labor. El objetivo es ampliar criterio, contrastar con posiciones ajenas, conocer los antecedentes de la discusión al respecto. No obstante, no se busca una fundamentación de los criterios; al respecto señala José Luis Gómez (1976):
Las ideas derivadas de la bibliografía pueden ser muy importantes pero es necesario que lo sean aún más las del propio ensayista. Por tanto, la revisión que se haga debe realizarse en función de un planteamiento base e ir incorporando, para ilustrar, contrastar o comparar, las ideas de otros autores. 3. Elaboración del diseño En literatura se denomina diseño a la disposición que el autor decide darle a la información del texto. Es realmente el producto de su creatividad. Diseño del ensayo podría ser, por ejemplo, la decisión de empezar por un planteamiento general para incluir, posteriormente, los argumentos; presentar detallados antecedentes y pasar luego a una rápida resolución: desarrollar, una por una las partes del planteamiento; etc. La forma en que el escritor disponga sus ideas en el texto puede ser muy personal. Por tal razón podría resultar innecesaria para muchas personas una sugerencia al respecto. No obstante, para efectos didácticos, es posible proponer una guía. Esta guía puede derivarse de la forma de organización del discurso clásico, manifestación por excelencia del afán persuasivo del lenguaje, así como del periodismo moderno, expresión por parte del sentido práctico contemporáneo. La siguiente es una estructura aplicable al ensayo. Motivación. Ningún discurso sería escuchado ni material escrito alguno leído, si su receptor no tuviera motivación. La oratoria clásica perpetuaba la necesidad de preparar el alma del auditorio y ganarse su benevolencia en una sección inicial que llevaba el nombre de exordio. El periodismo moderno propone hacer una entrada llamativa, que capte el interés. El ensayo puede aprovecharse de esos consejos. Véanse algunos ejemplos:
Con gran frecuencia, el papel de captar la atención del lector se realiza por medio de una cita textual. Esto es lo que se denomina un epígrafe, y se ubica, resaltado, en la parte superior del escrito, después del título. Proposición. En el discurso clásico esta es una breve mención de la tesis general que se pretende impulsar. Ese recurso suele presentarse en los primeros párrafos del ensayo. Los siguientes son algunos ejemplos:
División. Un procedimiento que en el discurso y en el texto relativamente extenso ayuda mucho, es enumerar los asuntos que se tratarán. Considérense algunos ejemplos:
La división o mención de los puntos por tratar predispone a la comprensión y permite seguir el hilo expositivo. Desarrollo. Cada uno de los puntos propuestos para el ensayo se desarrollará en el orden que convenga. Por ejemplo, en el ensayo "La isla que somos" I. F. Azofeifa (1979) incluye tres grandes componentes: la geografía costarricense, el carácter nacional, el proceso histórico. Recapitulación. Debe disponerse un espacio para repasar los aspectos fundamentales del desarrollo del ensayo. Esto puede hacerse dentro de un apartado que se llame "conclusión" o no, pero debe estar al final del trabajo con el fin de atar los cabos sueltos. Véanse algunas recapitulaciones:
4. Elaboración del esquema Una vez establecido el diseño, valga decir que la forma de organización general del ensayo, es conveniente preparar un esquema de redacción. Bajo cada uno de los grandes asuntos (motivación, proposición, división, desarrollo, recapitulación) pueden irse apuntando las ideas que allí se considerarán. De paso, cabe estudiar la posibilidad de introducir algún tipo de subdivisión del escrito mediante títulos. No obstante, en los textos relativamente breves no se suele incluir ningún tipo de separaciones. Dentro de cada apartado propuesto puede pensarse en algún tipo de ordenamiento de las ideas: presentarlas cronológicamente, en orden causa-efecto, de manera comparativa, etc. Estos criterios se tratan con mayor amplitud en la sección "Técnica textual del ensayo". El esquema es una herramienta imprescindible para la generación de un texto amplio. El tiempo invertido en su perfeccionamiento y desarrollo se va a recuperar con creces en el proceso de redacción. 5. Redacción Con base en el esquema preparado y todas las felices improvisaciones que surjan, se inicia la redacción. Lo normal es que se requieran varios borradores sucesivos. El resultado, de acuerdo con un generalizado precepto de redacción, puede guardarse algunos días entre una versión y otra. No es de extrañar que resulte necesario hacer grandes correcciones, modificaciones del orden, supresiones, ampliaciones, etc. Conviene aceptarlas con resignación y estar en capacidad de renunciar a amplios fragmentos otrora considerados perfectos, o tener que redactar nuevo material para ampliar un asunto. A continuación se tratan algunos recursos específicos de redacción. 5.1. Ordenes de la información Se denomina orden cronológico al que permite distribuir la información según el criterio del tiempo. Esta forma de organizar la información domina la referencia de hechos históricos, los procesos de elaboración o transformación de productos, etc. Analícese un ejemplo:
El orden cronológico se caracteriza por una serie de nexos que ayudan a reforzarlo: inicialmente, posteriormente, luego, finalmente, de inmediato, después, con posterioridad, con anterioridad, al principio, seguimiento, al final. Por otra parte, lleva el nombre de orden comparativo el procedimiento de relacionar la información según semejanzas y diferencias. Es una manifestación típica de todos los razonamientos de contraste. El siguiente es un ejemplo:
El orden comparativo se refuerza en el texto por medio de enlaces como los siguientes: por otra parte, más bien, contrariamente, a diferencia de, no obstante, sin embargo, en contraposición, en cambio, etc. Por otra parte, se llama causa-efecto una manera de ordenar un texto en el que se mencionan las razones y las consecuencias de una situación. Véase un ejemplo:
El orden causa-efecto se evidencia, entre otros, por medio de los siguientes enlaces: por tanto, en consecuencia, debido a ello, por esto, como resultado de ello. El uso de enlaces en la redacción ayuda a ilustrar mejor las relaciones entre las ideas; no obstante, es necesario tratar con mesura este recurso para no recargar el texto. 5.2. Recursos retóricos Los recursos retóricos se clasifican dos grandes campos: Figuras de dicción y Figuras de significación Las figuras de dicción, por adornar el texto en su nivel fónico o sea su sonido, tienen papel fundamental en la poesía. En cambio, las figuras de significación, que son las que permiten resaltar una idea, aunque desempeñan importante papel en los otros géneros literarios, poseen participación especial en el ensayo. A continuación se tratan algunas de estas figuras que pueden aplicarse en el ensayo. Sentencia. Es la exposición breve y enérgica de una enseñanza profunda.
Gradación. Se colocan las ideas en forma ascendente o descendente.
Paradoja. Reúne ideas al parecer contradictorias para poner más de relieve la profundidad del pensamiento.
Antítesis. Contrapone unos pensamientos a otros, unas palabras a otras para que resalte más la idea principal.
Interrogación. Expresa el efecto en forma de una pregunta cuya respuesta no se ignora.
Hipérbole. Exagera una verdad para inculcarla con más fuerza. Más que un poeta único. Ezra Pound parece un grupo de poetas de escuelas diferentes. (J. Coronel U) Prosopopeya. Da vida a los seres inanimados.
En el ensayo las figuras retóricas deben usarse con mesura y plena justificación. Es necesario que estén al servicio de las ideas fundamentales que se quieren impulsar. 5.3. Estilo del ensayo El ensayista dirá lo que tenga que decir y callará lo innecesario. Planeará meticulosamente su planteamiento y lo expresará en el mínimo de palabras posible. Le corresponderá garantizar su escrito contra la retórica innecesaria, la vaguedad, la repetición, la inconsistencia. Con ese fin debe planear ,. Investigar, ejecutar y revisar su producto. En tiempos ya no tan modernos, Santiago Ramón y Cajal (1896) describen el estilo de los trabajos científicos:
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