Era mayo de 1994. Iba a darse un cambio de Gobierno en mi país, Costa Rica, y con ello sobrevino en mi vida una de las etapas de más desafíos, pues debía de dejar una institución en la que había pasado veinte años. Durante las dos décadas que trabajé en el Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica me había convertido en profesional y había aprendido mucho. No estaba segura de que todo eso que había aprendido lo pudiera aplicar en un nuevo trabajo, pero no sabía que, más bien, debía prepararme para un nuevo aprendizaje: mi vida me estaba dando la oportunidad de un nuevo reto, y era el momento de desarrollar nuevas habilidades y destrezas. Pasé de ser una burócrata de escritorio que elaboraba informes sobre la situación de la macroeconomía agropecuaria del país, a convertirme en una impulsadora y motivadora para fomentar el desarrollo científico y tecnológico, como parte de mi labor en el Ministerio de Ciencia y Tecnología (y que ahora cuenta también con la cartera de Telecomunicaciones). Así empezó una nueva etapa en mi vida que me traería muchas satisfacciones, y me permitiría dejar mi huella en el camino.
Siguiendo la misión de mi nueva institución –Dictar la política pública de ciencia, tecnología y telecomunicaciones, que permita al país potenciar el aprovechamiento del conocimiento y la innovación, para priorizar y dirigir las iniciativas del sector hacia la competitividad, el bienestar y la prosperidad-, mi nueva posición en el MICIT demandaba la unión de esfuerzos de las distintas organizaciones para alcanzar los objetivos propuestos.
Fue así como conocí a la persona más entusiasta, apasionada y activa por la divulgación y promoción de la ciencia y la tecnología: a Alejandra León Castellá y a su organización, la Fundación CIENTEC. Su entusiasmo, pasión y acción me contagiaron. Actualmente me encuentro jubilada y aun así es frecuente que participe como colaboradora en algunas de las actividades que organiza esta fundación, principalmente porque al término de muchos años de trato laboral, se ha establecido una amistad que ha perdurado y que se ha cimentado en una relación sincera, respetuosa y de convicción en las tareas que se están realizando.
El inicio fue con el Plan Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de 1994-1998, que formulaba muchas políticas y lineamientos para aumentar las vocaciones científicas y tecnológicas y mejorar el conocimiento de los docentes en los temas de ciencia y tecnología. Ambos ejes tenían el fin de que nuestro país pudiera llegar a ser “una sociedad del conocimiento”. He de confesar que el desafío era enorme, y que las distintas actividades que se lograron concretar desde entonces no han sido suficientes para lograr los objetivos planteados.
Durante los años 1997-1998 se coordinaron reuniones para discutir las diversas acciones que se podrían llevar a cabo dentro del marco de las políticas nacionales, y fue así como surgieron los Concursos de Ensayo Científico, los programas de Astronomía en el Parque, los Congresos de Ciencia, Tecnología y Sociedad, y los Festivales de Matemáticas, entre otros. Una de las principales características de estas actividades es la participación activa de la empresa privada, las universidades estatales, algunos ministerios y la fundación CIENTEC como líder. Otra de las políticas a nivel nacional era la de lograr la regionalización y la democratización de la ciencia y la tecnología. De ahí que los congresos se realizaran en forma alterna en la capital y en alguna provincia, y así tuvieran un mayor acceso los docentes de las diversas regiones del país.
Como una anécdota –y a modo de ejemplo de que el trabajo se realizaba principalmente por el devoción en lo que se creía, sin disponibilidad de recursos económicos ni el apoyo de las instituciones anfitrionas-, el suporte técnico durante uno de los congresos fue sostenido por un muchacho de apenas 17 años que iniciaba la carrera en ingeniería de sistemas. Era mi hijo Rodrigo. Y esto no fue solo mi caso; convencidos de los trabajos desarrollados por sus padres o sus hijos, era frecuente ver a los familiares de los funcionarios de las distintas organizaciones, involucrados e interesados en el éxito de las diversas actividades lideradas por la fundación CIENTEC.
Una de las cosas que me impactaban sobremanera y me motivaban a seguir impulsando y fomentando la labor de CIENTEC, era la participación tan entusiasta de los docentes ansiosos por actualizar sus conocimientos año con año: ver a este gran número de docentes que, sin importar el tiempo extra dedicado a su actualización profesional, se aglomeraban para poder tener acceso a los mejores talleres y a las mejores charlas que se ofrecen en los congresos. Sin duda alguna esta es una de las actividades que realiza CIENTEC que ha tenido un enorme impacto en nuestra sociedad, porque si contamos que año con año aproximadamente 400 docentes participan, en 20 años se puede estar hablando de unos ocho mil docentes que han llenado su necesidad de mejorar sus currículo.
Siempre he tenido gran admiración por las diversas actividades de la Fundación CIENTEC, en que participan las familias enteras, como son las relacionadas con el programa de Astronomía en el Parque, y los Star Party (Fiesta de Estrellas) o campamentos nocturnos de observación astronómica, en los cuales esta Fundación también cuenta con la colaboración de las instituciones de educación superior estatal, asociaciones privadas y empresa privada, así como de las organizaciones estatales.
Este ha sido tan solo un relato sencillo de mi experiencia e impresión al vincularme con la fundación CIENTEC como parte de mis funciones (hasta el 2007) en la institución definidora de la política científica y tecnológica del país: promover y observar la magia que se produce de la unión de las diversas iniciativas de las instituciones ejecutoras al lograr concretar acciones en beneficio de nuestra sociedad.