Aún era niño y no entendía muy bien la trascendencia las pequeñas acciones y de grandes personajes.
Con algunos años más en el costal de la vida pude recordar y sentirme orgulloso de una foto que aún guardo con cariño, con el Dr Franklin Chang-Díaz y el Dr. Rodrigo Zeledón. Para cuando se tomó esa foto, don Rodrigo era el Ministro de Ciencia y Tecnología, y un grupo de entusiastas daban vida a la Fundación que hoy homenajeamos reconociendo su gran aporte en la popularización de la ciencia en Costa Rica. Con profundo orgullo puedo decir que me siento parte de la familia CIENTEC. Mi madre participó en su creación, y su principal motor, Ale, ha sido una tía para mí desde hace tanto tiempo, ¡que es mejor no especificar…!
Cuando esas pequeñas acciones iniciaron, yo aún no comprendía de lo que se trataba; simplemente me sentía atraído por lo interesante de los nuevos juegos que me enseñaban. Fue hasta que me tocó ser promotor de conocimiento científico que realmente entendí lo importante de ver la ciencia como un juego, como algo cotidiano, al alcance de cualquier persona curiosa y con ganas de experimentar.
Uno de mis cumpleaños más divertidos se realizó en una de las primeras exposiciones de la Fundación. Era 1990; yo cumplía 7 años y de las cosas que más se me grabaron fue el concepto de la fuerza centrífuga. Concepto profundo para niños de esa edad, pero al experimentarlo de manera lúdica, sentados en una silla giratoria manipulando una rueda de bicicleta y riendo a carcajadas mientras se hacía girar la silla con la fuerza generada por la rotación de la rueda que cada uno sostenía en sus manos, el complejo concepto de esa fuerza fue obvio para nosotros. Fácil, muy fácil profundizar en temas abstractos y complejos a través del juego. Esto ha sido un eje de la Fundación; por eso ha persistido durante todo este tiempo, porque la ciencia, el conocimiento y la curiosidad no tienen límites.
Un año después sucedió el evento astronómico más importante que se haya vivido en Costa Rica, el eclipse total de Sol. Gracias a la Fundación no solo logré entender qué era lo que sucedía, sino que también pude comprender cómo funciona el ojo humano y las partes que contiene. Ese evento acercó a muchos ticos al cielo, y CIENTEC nos animó a verlo, pero más allá de las nubes, más allá del sol, más allá del sistema solar, nos enseñó a observar hacia lo infinito. Con sus eventos de observación de estrellas, hasta la fecha ha hecho que miles de adultos y niños las puedan alcanzar desde un lente y sentirse parte de toda esa inmensidad.
Son muchos los recuerdos que tengo ligados a la Fundación; muchos los aprendizajes, los experimentos que realicé en ferias científicas escolares y colegiales, las giras… en fin, es mucho el cariño que le tengo. La siento mía, me siento parte de ella. Por eso, cuando estuve a cargo del programa de huertas escolares en el Ministerio de Educación, me acerqué, porque desde ese puesto reconocí la importancia de hacer cotidianos los conocimientos científicos. Porque las huertas escolares no son solo espacios para sembrar hortalizas, sino que deben ser laboratorios vivos para promover el conocimiento científico, y la seguridad alimentaria y nutricional.
En esa época participé como expositor en tres Congresos Nacionales de Ciencias organizados por la Fundación, y pude sentir en propia piel hasta dónde había crecido CIENTEC: lo reconocí en cientos de docentes capacitándose para promover la ciencia y la matemática de forma tal que genere interés y gusto en los estudiantes, para ir borrando la mala imagen de esas materias en el inconsciente de los alumnos. Ver cómo los ojos de cada docente terminaban un poco más abiertos y curiosos al final de cada jornada hacía que se llenara de esperanza la ilusión de tener un país con mejores estudiantes y más capacidades técnico científicas orientadas a un mundo cada vez más competitivo y tecnológico.
Treinta años han pasado desde su creación. El país, el mundo y muchos paradigmas han cambiado desde entonces. Ahora soy padre de dos hermosas niñas, a las cuales considero muy inteligentes, a las cuales quiero educar alejadas del patriarcado, a las cuales quiero empoderar con sus capacidades. Una de mis herramientas favoritas es fomentar su curiosidad científica y de nuevo ha sido a través de la Fundación, sus materiales, sus eventos, que he podido acercar a las niñas al maravilloso mundo del conocimiento interminable. A través de los lentes de sus telescopios he podido bajarles las estrellas más allá de un poema. He podido ponerlas en contacto con mujeres tenaces, luchadoras, independientes, para que conozcan de primera mano lo que las mujeres empoderadas son capaces de hacer. Me encanta y me conmueve todo el ejemplo que Ale e Isa (mi madre) les pueden dar a estas niñas, que están para comerse el mundo y no quedar atrapadas en conceptos arcaicos que colocan a la mujer en posiciones desventajosas.
Esta Fundación ha cumplido un rol importantísimo en el desarrollo nacional, trabando duro, en silencio, sin pompa. Quizá no ha tenido el apoyo que merezca, pero eso ha hecho que las personas que le dan vida trabajen aún con más mística. Todo lo que se ha hecho desde la Fundación se ha hecho con compromiso, con cariño, con genuino interés. Es por eso que hoy por hoy mantiene la fuerza, quizá aumentada, con la que un día hace treinta calendarios nació.