Creado:
04 de Enero del 2019
Última actualización:
08 de Enero del 2019

Solo puedo imaginar la apuesta que significó, al final de la década de los ochenta, iniciar con un proyecto como CIENTEC. Hace treinta años muy pocas personas en Costa Rica hablaban sobre divulgar ciencia; mucho menos reconocían alguna importancia o necesidad de hacerlo, por lo que iniciar una fundación para promover la ciencia y la tecnología al público no científico no era otra cosa que tarea de románticos.

Más o menos para esa época yo recibía, como regalo de parte de mi papá, algunos libros de ciencias que leía y releía porque me parecieron maravillosos. Sin saberlo realmente –porque durante mi tiempo de escuela soñaba con ser una reportera que recorriera en mundo resolviendo misterios–, estaba forjando mi vocación. Estudié física y lo hice realmente enamorada de la posibilidad que me daba: explicar el universo que me rodeaba.

La sensación que me llena al comprender algo que antes no comprendía, no se diferencia de la que me da cuando veo una obra de arte o escucho música que me maravilla. Yo quiero compartir esa sensación con otros; eso es lo que llamo la incontenible necesidad de contar ciencias.

Hace poco más de una década, ya trabajando para el Instituto Tecnológico de Costa Rica, supe de un congreso dirigido a profesores de primaria y secundaria que daba la posibilidad de realizar ese deseo: hacer divulgación de la ciencia. Era el Congreso de Ciencia, Tecnología y Sociedad que organiza anualmente CIENTEC, que esa época se llamaba Congreso Nacional de Ciencias y Estudios Sociales e iba por su edición número ocho. El espacio que encontré en ese lugar me hizo volver de forma consecutiva, junto con varios colegas. Este año celebramos el congreso número veinte.

En los Congresos de Ciencia, Tecnología y Sociedad hay un intercambio entre profesores, profesionales de las ciencias básicas y sociales, ingenieros, artistas y matemáticos; en ningún otro espacio he encontrado una mezcla tan variada de expertos con tantas ganas de compartir sus ideas sobre cómo mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Después de doce años de participar he podido experimentar esas incontenibles ganas de contar ciencia, pero no solo eso: he podido vivir la maravillosa experiencia de aprender muchos otros temas con gente que tiene la misma pasión por sus disciplinas. En esto incluyo, con igual cariño y admiración, tanto a los expositores como a los profesores que asisten a las charlas y que, con sus observaciones y preguntas, nos hacen aprender cosas nuevas en cada ocasión. Una de las mejores experiencias que me han dejado estas actividades es el conocer y hasta tener una gran amistad con ticos y extranjeros con los que comparto esta emoción que genera el aprender. De hecho, por casualidades del calendario, he celebrado muchos cumpleaños con este grupo de amigos que, de a poco, se ha transformado en familia.

El tiempo de relación con el Congreso y sus organizadores ha terminado por forjar una estrecha relación con CIENTEC y especialmente con Alejandra León, su Directora Ejecutiva. Con ella, además de una buena amistad, hemos “confabulado” para la realización de múltiples eventos de divulgación de ciencias. A través de ella también pude conocer la escuela de verano del Exploratorium en San Francisco (EEUU), el Teacher Institute; es una experiencia maravillosa a la que es posible postularse y en la que se pueden pasar varias semanas en visitas a ese increíble museo y trabajando en la talleres inspirados en sus exposiciones pero con materiales que hacen posible realizarlos en clase con los alumnos. ¡Ahora aprovecho cada vez que puedo para recomendarlo!

Hacer ciencia, en cierto modo, es mantener un espíritu infantil; es necesario cuestionarlo todo y mantener la capacidad de asombro. Mucha gente, por malas experiencias, termina por considerar la ciencia como un laberinto oscuro, al que no vale la pena ni siquiera asomarse porque va a ser intransitable. Pero quienes vemos brillos en ese laberinto y hasta gozamos de perdernos en él cotidianamente, tenemos que asomarnos a sus múltiples puertas de entrada e invitar a cualquiera a vivir el gozo de la curiosidad, llevarlo por las rutas que desee andar y gozar también de la fascinación de ver a dónde nos lleva. CIENTEC nos ha dado una de esas puertas y por eso les doy las gracias.

Hace tres décadas un pequeño grupo de soñadores se empeñó en crear una fundación para divulgar la ciencia y la tecnología más allá de las aulas, y creyó que valía la pena incluir a un público diverso que no fueran necesariamente estudiantes en sus clases. La idea era casi una rareza, pero fue encontrando apoyo y formas de mostrarse útil y agradable. Además, se fue transformando en casa y familia para muchos de nosotros que, en sus actividades, hemos encontrado un lugar donde encajamos y compartimos la incontenible necesidad de compartir lo que nos apasiona.

 

Natalia Murillo Quirós

Física/ docente e investigadora en el Tecnológico de Costa Rica
San José, Costa Rica

Describe a la Fundación CIENTEC como: Necesaria, retadora.
Su favorito de CIENTEC es el Congreso Ciencia, Tecnología y Sociedad.